Dime la Verdad: Retroalimentación/Feedback

Feedback

Dime la verdad: ¿Qué tan abierto estás al recibir retroalimentación de los demás sobre tu trabajo o tu conducta? ¿Estás dispuesto a pedirle a alguien retroalimentación cada cierto tiempo para ver cómo andas? Lo cierto es que cuando hablamos de retroalimentación como que nos prenden un botón de pánico. En el fondo, queremos ser perfectos. Queremos que nos halaguen y nos digan que estamos haciendo las cosas bien. La mayoría de las veces nos gusta que nos endulcen el oído, que nos “doren la píldora” y “nos pasen la manita”. Seamos honestos, ¡la sinceridad a veces nos cae como una patada en el buche! No nos agrada saber que la estamos “cagando”. Yo he estado ahí, así es que sé porqué lo digo.

Sin embargo, esa retroalimentación es muy necesaria cuando queremos mejorar y queremos conocernos a nosotros mismos. Ahí es donde entran esos amigos, compañeros o mentores que con mucha empatía nos llevan a la realidad. Parte de mi proceso de conectar conmigo misma, proviene de ahí. Proviene de exponerme, en muchas ocasiones voluntariamente, a que otros me digan eso que es difícil de escuchar. He aprendido a agradecerlo y a reconocer que solo así puedo mejorar. Aunque a veces la forma en la que se me hace la retroalimentación me choque.

Y digo más, soy de las que si hace tiempo que no recibo feedback ni bueno ni malo, me armo de valor y lo pido. Porque a veces pensamos que todo anda bien y la realidad es que los demás no se atreven a decirnos que hay cosas que mejorar o que lo estamos haciendo fatal Jajja Y si ese es el caso, que los demás no se atreven a decirnos, entonces también tenemos que trabajar las respuestas a esa retroalimentación, porque la gente nos tiene miedo y nos dejan algarete por miedo y no porque estemos bien.

De igual forma, quiero dejar algo muy claro: no de todo el mundo se puede tomar retroalimentación o feedback. Hay gente que su “consejo”, “ayuda”, “humilde opinión” o “crítica constructiva” son realmente veneno destilado sobre ti y un reflejo de su pobreza interior. Así es que tampoco es que andes por ahí escuchando a cuanto sopla pote aparezca. La retroalimentación debe venir de alguien que sepa y que esté haciendo el trabajo. No de un “wannabe”. Rodéate de dos o tres personas que te quieran y porque te quieren son capaces de ser honestos contigo y ayudarte a crecer.

Y para que estemos cubiertos, déjese de andar regalando por ahí “a tutiplén” el “feedback” o “consejo”. Hubo un tiempo en el que se puso de moda en Estados Unidos el “honest feedback”, entonces las personas disfrazaban la crítica y el juzgar con esa frase tan bonita, pero que a la larga era la misma cosa. Admita que usted no necesariamente sabe de todo y el otro no necesariamente está listo para escucharlo. Los opinionados no entran en muchos reinos.

La retroalimentación y la conciencia de uno mismo son pilares de la inteligencia emocional y hay que cultivarlos.

Pero Misma, ya me confundí, cuando es que sí puedo y cuando es que no? Cuando la otra persona esté en una actitud de apertura, cuando tengas la confianza, cuando puedas llevarlo de forma digna y empática. La línea es fina, pero existe la forma y puede ser hermoso y de crecimiento para ambos.

Estar abiertos a dar y recibir feedback honesto y de corazón, es conectar.

Los abrazo,
Misma